Hablar de emociones y de salud mental en general, digan lo que digan, sigue siendo tabú.
Se valora si lo que sentimos está bien o mal, si debemos dejar nuestras emociones ir, o bien aceptarlas, ignorarlas o quizás restarles importancia. No está claro aún qué estrategia es mejor para identificarlas y trabajar con ellas. Básicamente porque cada ser humano es diferente, y lo que a alguien le funciona, no necesariamente lo hará con otra persona.
Pero lo que sí está claro es que por algún lado habrá que empezar. Por ejemplo, identificarlas tal cual son y a su vez qué sentimientos o qué sensaciones generan en nosotras. Porque no recibimos la información ni percibimos los estímulos externos de igual forma. Tampoco procesamos de igual manera ni lo registramos en nuestras carpetitas mentales con la misma etiqueta. Y por supuesto no accedemos a ellas con los mismos métodos o estrategias.
Qué complejo suena, verdad? Si le dedicamos un poquito cada día, nos parecerá natural, como lavarnos los dientes o vestirnos, pero prestando algo más de atención. En lugar de demonizar aquellas emociones que definimos como negativas, podemos aprender el por qué de su existencia y darles uso en nuestro beneficio. Bien entendidas, ninguna emoción es negativa sino quizás la interpretación que según nuestro aprendizaje y lo que experimentásemos en ese momento grabamos como tal.
Podemos modificar nuestros pensamientos con la Reestructuración Cognitiva, pero primero vamos a conocernos a nosotras mismas un poco más. Así luego será más fácil.
Normalmente asociamos la angustia, miedo, cansancio, tristeza, rechazo a una situación negativa, el temido estrés, y si no le prestamos esa atención que merece, lo será. Pero de primeras, si identificamos los síntomas o cómo se presenta en nosotras de manera individual, estaremos escuchando lo que nuestro cuerpo nos quiere decir. Es un mecanismo de defensa, está trabajando. Se comunica con nosotras de la manera que sabe, mandándonos señales no muy agradables. Si no, pasaríamos de él.
Esto nos lleva a, primero, observar qué está pasando. Síntomas o sensaciones no habituales, nuevas, que estoy detectando como amenzantes. Seguramente tú misma te estás diciendo que esto que está ocurriendo no te hace bien.
Puede ser que ya conozcas esa sensación, puede ser que sea nueva para tí. De cualquier modo el primer paso es observar, no juzgar, ser lo más objetiva posible. Si tengo sudores en las manos o en la espalda o me invade la fatiga, y siento que no puedo más, entonces lo registro y lo racionalizo. Me pasa todo el tiempo? Es generalizado? o en algún lugar, situación particular?
Si resulta que he detectado que me ocurre en mi puesto de trabajo, que no me siento cómoda, me agobio, no me identifico, no me gusta, el jefe, los compañeros etc. Entonces pueden pasar dos cosas: que lo que ocurre es que tengo que aprender a regularme en esas situaciones porque me afectan por mala gestión de mis emociones o bien que aún gestionándolo, sé que el cuerpo sigue mandando señales porque igual no es mi sitio. Y eso está bien.
Este trabajo contigo misma es diario, obviamente cuando necesitamos a un profesional tenemos que ir sin dudarlo un momento. Pero estando en el Siglo XXI y teniendo en nuestro poder tanta información constrastada y maravillosa para reeducarnos en emociones. Por qué no empezar a hacerlo?
No sé si las nuevas generaciones tendrán más accesibilidad que las que tuvimos quienes nacimos en los 80, pero si queremos conocernos, entendernos y tratarnos con el amor que nos merecemos, tendremos que empezar a hacer lo que el sistema y nuestra sociedad por carencias y falsas creencias no nos ha dado.
Cómo gestionas tu emociones? Te has parado a observar si las catalogas o si las observas como espectadora, como si estuvieras viendo una película?
Obvio es un trabajo constante, del día a día y mucho más profundo, pero… por algo habrá que empezar.