Educación emocional desde la primera infancia

Cómo hacemos llegar los roles vitales a nuestros peques es una cuestión que me preocupa desde hace tiempo. Tanto las familias, las amistades, como los medios de comunicación promovemos unos ideales que la psicología, pedagogía y salud mental en general, estamos valorando cada vez más como INSANOS.

Creo que esto también se debe a las ideas que hemos tenido anteriores generaciones sobre lo que creemos que “debemos o no debemos ser o hacer”. Lo política y socialmente correcto.

Primeramente expresarse con un “debo”, “deberías”…ya plantea algo que parece obligación y no convicción por motivación. Hace tiempo un psicólogo amigo me planteó lo que implica esta palabra en nuestras rutinas, en nuestras decisiones. También me animó a que la cambiara por un… “me gustaría”. Así podría valorar si se ajustaba a lo que realmente quería en esa acción que me daba a mí misma.

Y comprobé que tenía razón. Nos enfrentamos a las Falsas Creencias que perjudican a nuestra salud mental y a la educación emocional en la primera infancia.

Por otro lado me preocupa el hecho de que le demos muchísimo valor e importancia a la Inteligencia como un Cociente Intelectual. Como un factor de triunfo asegurado. También el poco espacio que le dejamos a la Inteligencia Emocional. Aprender a conocerse, valorar por qué actuamos de una manera u otra, generar un diálogo interno racional y sano para dirigir nuestras vidas parece algo secundario.

En nuestras mentes está grabada la afirmación de que: debemos cumplir, un pensamiento completamente irracional.

Lo sano sería aceptar y que nos acepten tal cual somos. Tal cual queremos ser con nuestras decisiones. Si esto fuera así el “debería” no existiría, porque nos respetaríamos y valoraríamos aquello que hemos decidido por razones sanas. Convincentes para nosotros, no para los demás.


Este tema tendría muchos párrafos dedicados a la imagen que damos o queremos dar y nuestros comportamientos sociales. También lo que esperamos de los demás que nos lleva a juzgar constantemente. A sentirnos mal por no cumplir expectativas ajenas. Digamos que es como “la pescadilla que se muerde la cola”. Es difícil romper el círculo pero no imposible.

No se nos enseña a regular nuestros sentimientos, emociones…entender y manejar nuestras frustraciones y todo lo que ello conlleva. Como la hiperexigencia o la baja autoestima asociada.

Suena muy místico Sí, pero la realidad es que NO atendemos a nuestra salud mental como merece. Entender que no pasa nada si se tiene un mal día, que todo no es MrWonderful (aunque nos ayude y nos saque una sonrisa). Que las redes sirven para algo más que el postureo y que la constante muestra de una intensa vida, no real, perjudica al concepto de imagen en nuestros menores.

Y estas pequeñas cosas que hacemos los adultos, los niñ@s las van copiando y/o percibiendo a su manera, con los matices propios de los estilos educativos y la edad.


La lista de lo que no estamos atendiendo desde mi punto de vista sería larga pero me centraría en estos tres puntos:

  1. Debo, deberías… ¿Qué es más importante hacer lo que se supone que debemos, o ser capaces de encontrar lo que realmente nos gustaría?
  2. Hiperexigencia, frustración y no saber regular nuestras emociones, además de enfrentarnos a muchas situaciones a las que no estamos preparados… ¿Quién nos enseña y cuáles son sus beneficios para nosotros y para los demás?
  3. El ser humano es cambiante y por lo tanto también su humor. No vivimos en un constante sonreír y eventos sociales. Podemos estar tristes, podemos aprender que no es tan importante cambiar de estado de ánimo ni expresarlo porque, para empezar, buena parte es fisiológico.

Qué interesante sería hacer llegar a los más pequeños en cada etapa de su desarrollo el contenido de estas reflexiones.

Es cierto que cada vez más personas se ocupan de este ámbito, para sí mismos y para sus familiares. Pero no las suficientes porque el contexto que rodea a los más pequeños es mayor y no todos los estímulos favorecen esas buenas pautas.

Nada es tan importante. Si puntuásemos del 1 al 10 una situación, veríamos que racionalmente, nada, nada es para tanto. Ni la enfermedad o la muerte, porque desde que nacemos estamos destinados a ello y es natural. Tampoco se nos enseña y solo pensar en ello o hablarlo suele dar…miedo, incluso ser un tema tabú.

¿Y si consiguiéramos vivir estos momentos vitales con más naturalidad? ¿Es posible aprenderlo?

Este tipo de razonamientos están maravillosamente explicados en manuales tales como “El arte de no amargarse la vida” y otros tantos del Psicólogo Rafael Santandreu, que defiende este tipo de filosofía vital. No es más que hablarse bien, aprender a tener un buen diálogo interno. Para ello hay que cambiar muchas cosas y ser constante.

En resumen, me parecía interesante aportar este pequeño punto de vista que con el tiempo ampliaré. No solo como profesional sino como persona tengo mucho que decir. He comprobado en mí misma como la reestructuración cognitiva bien trabajada, modifica esos conceptos que tenemos grabados a fuego y que no nos ayudan a evolucionar.

Aquí dejo mi granito de arena pero más adelante iremos viendo algunas estrategias que vienen genial. A los adultos “nos gustaría” que las nuevas generaciones puedan aprender en Inteligencia emocional lo que algunos mayores hemos buscado aprender de grandes. Cuidar nuestra salud mental.

Esto es un blog de Pedagogía Infantil Sí, pero todo empieza por la educación y el concepto que tengamos de ella y…educamos los adultos, no nos olvidemos. Podemos seguir aprendiendo y mejorar nuestras vidas en todo momento. 😉

¿Estáis de acuerdo con nuestras carencias en Educación Emocional y lo que influye en la educación durante la primera infancia?

¿Qué os gustaría que vuestros hij@s aprendieran en Inteligencia Emocional?

¿Qué carencias valoráis que anteriores generaciones hemos tenido en este ámbito?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *