A día de hoy seguimos sin darle importancia a nuestra salud mental como se la damos a la física. Ya sea por no querer enfermar o por vernos bien. Cada vez somos más conscientes de que hay que cuidarse y tener una buena alimentación, hacer ejercicio físico etc.
Pero todavía le restamos importancia a nuestra estabilidad emocional. No es palpable, no la vemos como el cuerpo en el espejo o los síntomas de tener por ejemplo, diabetes. No somos conscientes de que las enfermedades mentales pueden ser peores que las físicas. Podemos somatizar y siempre le damos alguna explicación médica y no psicológica, cuando en muchos casos no es así.
Somos capaces de dejar el azúcar o la grasa, de apuntarnos a un gimnasio y tomar un suplemento porque nos dicen que es saludable. Pero en cambio, dedicar tiempo a nuestra mente, al bienestar emocional, a la salud mental… nos sigue costando. Es natural ir al cardiólogo, al otorrino, al dentista, pero no llegamos a ver tan natural ir al psicólogo.
A veces un día o una semana lo turbia un pensamiento negativo recurrente que no sabemos cómo cambiar y lo pasamos fatal. Nos genera mucho malestar, estamos enfadados, tristes, frustrados… ¿Si lleváramos una semana con síntomas de gripe no haríamos nada?
Los cuadros de ansiedad y las depresiones se generan, entre otras cosas, por no darnos cuenta a tiempo de que algo va mal. No nos enseñan a detectarlo y aunque después es cierto que es tratable, siempre quedan restos que tenemos que aprender a manejar. La salud mental es muy importante y aprender a conocernos a esos niveles debería ser materia imprescindible. Si para poder conducir necesitamos el carnet, también debemos formarnos en cómo tratar esta máquina pesada llamada “cerebro”.